Japón es un mundo aparte, una suerte de Galápagos cultural en donde floreció una civilización única que hoy conserva un delicioso contraste entre tradición y modernidad.
Su singularidad es capaz de provocar dosis continuas de admiración sin altibajo alguno. De hecho, viajar a Japón es notablemente confortable, incluso con la barrera del idioma, aunque nunca llega a resultar familiar. Alojarse en un ryokan (hotel tradicional japonés) es maravillosamente diferente a hacerlo en un hotel al uso.
Sumergirse desnudo en un onsen (baño termal) con un montón de extraños quizá resulte raro al principio, pero es el colmo de la relajación. Sentarse en un tatami vestido con un quimono y comer pescado crudo y verduras de montaña puede que no sea lo más habitual, pero es inolvidablemente delicioso.
Tras el desastre que supuso la Segunda Guerra Mundial, Japón observó con sabiduría y espíritu crítico a Occidente y dijo: “Tomamos vuestra tecnología, pero conservamos nuestra cultura”.
Los valores clásicos de la cultura japonesa no se centran en el hombre sino en la Naturaleza. Su amor por ella se expresa de forma elocuente en sus jardines paisajistas, naturalezas modificadas con un gusto exquisito.
Con una gran parte de su superficie cubierta por bosques caducifolios, el otoño es una auténtica explosión de color, que por supuesto, tiene nombre: “Momiji”. El arce y su preciosas tonalidades rojas es la especie más llamativa pero existen otras muchas que lo complementan con otros matices.
El Momiji, según avanza de nordeste a suroeste por todo el país, es objeto de festivales y celebraciones, y en este viaje tendremos oportunidad de disfrutarlo en tres zonas diferentes.
En este viaje vamos a prestar una especial atención a las ciudades Kioto, Nara y Tokio para disfrutar del colorido que toman sus maravillosos parques en la estación otoñal. Pasaremos cuatro noches en Kioto y de ahí iremos a honrar al Fuji, a cuya cima no podremos subir debido a la nieve pero que podremos conocer bien con dos preciosas rutas en la zona.
La tercera parte del viaje se desarrolla en el Parque Nacional Nikko, todo un compendio de las esencias de Japón, tanto naturales como culturales, y finalmente visitaremos Tokio, ciudad a la que dedicaremos dos jornadas completas.
Traslado en tren a la ciudad de Kioto (2 horas) a la que dedicaremos los próximos días.
Kioto fue capital imperial de Japón hasta el siglo XIX y fue también la única gran ciudad japonesa que no resultó bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y por esta razón destaca hoy día por su rico patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Nuestro hotel está situado en el centro de la ciudad, junto a la estación de Shijo Omija, así que una buena idea podría ser empezar visitando el Palacio Imperial y el Castillo Nijo.
Nara, a tan solo 45 minutos de Kioto, fue capital de Japón durante la corte Yamato, antes de que se trasladara a Kioto. Por eso, y al igual que Kioto, Nara todavía conserva el espíritu del Japón tradicional en muchas de sus calles y construcciones. Para este día hemos preparado una pequeña ruta en el parque de Nara, en la que ascenderemos al Monte Wakakusa.
Tras la visita regresaremos a nuestro hotel en Kioto.
Continuamos la visita de Kioto iniciada ayer. A título de recapitulación sumarísima, al oeste de la ciudad tenemos la Villa Imperial Katsura y su jardín paisajístico, y por supuesto, el paraíso del turismo en Kioto, los templos Kinkakuji y Ryoanji. Al norte, el famoso Pabellón Dorado y al este, al otro lado del río, el mágico distrito de Gion, con sus casas bajas de madera y sus calles estrechas preservando el estilo clásico japonés, como si aún siguiera en su época de esplendor, hace casi 300 años.
Viaje en tren de alta velocidad a la región del Monte Fuji donde pasaremos los próximos tres días.
Por la tarde tendremos tiempo de dar algún paseo por el entorno de alguno de los grandes lagos de la región del Fuji.
Esta pequeña montaña situada justo encima de la ciudad de Fujiyoshida alberga una zona de escalada muy popular en la zona, aunque la verdadera razón de subirnos hasta aquí y realizar este agradable paseo circular entre un denso bosque es contemplar la vista del Monte Fuji y los lagos que lo circundan.
La ascensión a la cima del Fuji fuera de la corta temporada estival está totalmente prohibida y todos los refugios están cerrados. Sin embargo, esta preciosa ruta en las laderas del Fuji nos dará oportunidad de conocerlo cuando el monte descansa tras las masas recibidas durante el verano.
Viaje por carretera a Nikko (240 km, 3 h) y ruta semi-urbana para conocer el patrimonio por el que Nikko es famoso en Japón y en el mundo entero, sus templos y santuarios. Durante el recorrido nos pararemos a visitar los más interesantes (precio de las entradas no incluido)
Según la Asociación de Turismo de Japón, el entorno de la cascada de Ryuzu, por la que pasaremos durante la ruta de hoy, es uno de los mejores lugares de Japón para ver el Momiji, el cambio de color otoñal. Es probable que hayamos disfrutado ya de “mojimis” tan hermosos como éste, pues la lista solo referencia lugares de fácil acceso, pero en todo caso, es un valor añadido a esta preciosa ruta de hoy.
Las boscosas riberas del lago Chuzenji en la región de Niko nos van a regalar otro de los momijis más bonitos del viaje. Por la tarde nos acercaremos a visitar la espectacular cascada de Kegon, situada unos pocos kilómetros aguas abajo del Lago Chuzenji y que es la tercera más alta de Japón, con 93 m de altura.
Además de las famosas cascadas de Ryuzu y Kegon, en Nikko podemos disfrutar de otras más pequeñas y desconocidas, como son las de Jakko y Urami, que además se pueden visitar haciendo una ruta que las conecta a través de las boscosas montañas en las que se encuentran.
Tras la ruta, regresaremos al hotel para recoger el equipaje y trasladarnos a Tokio en bus privado (3 horas).
Tokio es una de las ciudades más dinámicas, sorprendentes y extravagantes del mundo, incluso para los propios japoneses. Sería inútil enumerar la lista de posibles objetivos turísticos. La ciudad es el único objetivo posible. El tópico de la mezcla de hiper-modernidad y tradición se queda en poca cosa; Tokio es probablemente otro planeta.
Segundo día completo para seguir disfrutando de la visita de Tokio.
Traslado en tren directo desde la estación de Ueno al aeropuerto de Narita para coger el vuelo de regreso.