Al norte de la provincia de Huelva se sitúa esta zona montañosa perteneciente a Sierra Morena, de modestas elevaciones pero delicadamente abrupta. El dominio de pizarras y cuarcitas confiere al suelo un color oscuro característico, en el que el paisaje vegetal dominante lo constituyen grandes masas forestales de encinas y alcornoques, cuya proximidad al Atlántico propicia un generoso régimen de lluvias que las mantiene siempre verdes y crea un clima idóneo también para el castaño. Existen además materiales calizos que quiebran el relieve y que han dado lugar a cuevas como la Gruta de las Maravillas, en Aracena, o surgencias como la Peña de Arias Montano, en Alájar.
Es el patrimonio monumental de la sierra, tanto la traza de sus pueblos como sus castillos, uno de los recursos sobresalientes. Los menhires y dólmenes de Aroche, la ciudad hispano romana de Turóbriga, la mezquita de Almonáster, del siglo X, o la espléndida arquitectura historicista, son solo una muestra de la extensa riqueza histórica de estos pagos.
Con seguridad, los placeres gastronómicos no alcanzan menores cotas de satisfacción que los paisajísticos: las carnes de ibérico, el jamón de la Sierra de Huelva y los embutidos, el queso de cabra, sus mieles y aceites ecológicos son solo una muestra de los valores que atesora este espacio natural. Una de las principales actividades económicas se centra en la ganadería, que aprovecha la caída de la bellota en las amplias dehesas del Parque para la crianza del cerdo ibérico, aportando a la carne características de calidad inigualable. Tendremos ocasión de recuperar fuerzas catando el delicioso jamón o cualquier otra chacina ibérica.
Antes de pasar por el hotel nos acercaremos a la localidad de Cortegana para realizar una breve ruta en la que recorreremos la zona montañosa más occidental, entre dos cascos históricos que han sabido conservar las marcas de la cultura musulmana en su arquitectura: Cortegana, con su castillo y su casco urbano medieval donde parece haberse detenido el tiempo, y Almonáster la Real, con su pequeña pero preciosa mezquita, que constituyen un mirador del Parque Natural cuya visita es imprescindible. A través de las Sierras de la Picota y del Santo transitaremos por sus castañares y bosquetes de ribera enlazando estas dos bellas poblaciones.
A caballo entre Aracena y Jabugo, esta sierra constituye un rincón rico en humedad, salpicado de numerosas localidades, cuyos habitantes han colaborado con la naturaleza para crear un paisaje rural espléndido, decorado con dehesas, bosques de acebuches, encinas, alcornoques, robles y castaños. En torno a estas especies transitan las rutas de la jornada, por caminos tradicionales y con empedrados bien conservados que atraviesan, además, bellos pueblos serranos.
Sin duda, estamos ante uno de los tramos más bellos que podemos visitar en el Parque, y que atraviesa de sur a norte el sector central del mismo acompañando el sinuoso trazado que forma el barranco de la Rivera de Jabugo. Transitaremos por extensas áreas de castañares, alcornocales, túneles vegetales formados por robles y quejigos, bosques de avellanos, todo ello entre un ambiente de extraordinaria humedad que nos transportará a los bosques norteños.
Para poner fin a nuestro viaje, tendremos oportunidad de conocer la magia del interior de la Tierra. La gruta de Aracena fue descubierta a finales del siglo XIX y en 1914 se abrió al público como la primera cueva turística de España. La extensión de sus lagos, la abundancia y variedad de formaciones, y la longitud de su desarrollo hacen de este complejo subterráneo un conjunto de gran belleza y vistosidad. Después de conocer la cueva, ascenderemos a la cumbre del mismo cerro en cuyo interior hemos estado hace un momento. De esta forma, viajaremos al origen de Aracena, que se sitúa en el emplazamiento que ocupan hoy el Castillo y la Iglesia Prioral. Tras las visitas emprenderemos el viaje de vuelta.