Recorriendo seis valles y tres culturas diferentes (germánica, francófona e italiana) el Tour del Cervino, señalizado tan sólo desde el año 2002, es el más joven de los grandes circuitos alpinos. Pasa junto a más de 25 cimas de más de 4.000 m, atraviesa muchas granjas de montaña en medio de una fauna y flora intacta y visita numerosos pueblos y aldeas tradicionales. Es decir, paisajes como los de Heidi donde el placer de caminar está presente en cada etapa. Sin embargo, se trata también de una travesía que demanda buen fondo físico, puesto que es necesario superar collados de más de 3.000 m. Además, se deben atravesar dos glaciares y pasar por zonas equipadas con clavijas, escalones, etc.
Es algo más técnico, por tanto, que el Tour del Mont Blanc (TMB) al que no tiene nada que envidiar; pero esto no hace sino aumentar su interés, pues son dificultades totalmente asumibles por cualquier montañero.
Esta montaña perfectamente piramidal es uno de los símbolos de Suiza, de los Alpes y quizás de Europa. Su primera ascensión, la más tardía de las grandes montañas alpinas, acabó en una tragedia de resonancia mundial. Rodear el Cervino es recrearse en sus caras desafiantes y aristas imposibles, descubriendo cada día perfiles a cuál más sugerente. Pero no sería justo pretender que el fotogénico Matterhorn acapare todo el protagonismo del trekking, puesto que este tour transita por la mayor concentración de cuatro miles de los Alpes, entre los que destaca el inmenso macizo del Monte Rosa.
La parte suiza está muy bien balizada y transcurre por buenos senderos, mientras que la italiana es algo más salvaje. Una parte del recorrido coincide con el Europaweg (camino europeo) un tramo que sigue un espectacular trazado aéreo sin apenas dificultad y que recorre algunos de los valles más espectaculares de Suiza. En esta época no pisaremos nieve más que en algún nevero ocasional, pero eso sí, habrá que vérselas con el hielo de los glaciares de Arolla y Theodulpass, por lo que deberemos llevar crampones aunque no será necesario el piolet, ya que nos bastará con la ayuda del bastón. Algunas etapas son largas, pero las haremos a un ritmo pausado, sin prisas. Unas finalizan en refugios de montaña y otras en pequeñas poblaciones, lo cual le da un encanto añadido.
Desde Ginebra nos trasladaremos a Zermatt (Suiza) donde pernoctaremos. Será esta idílica población, a los pies del Cervino, punto e inicio y final de nuestra travesía alpina.
Tomando como punto de partida la población de Zermatt descenderemos por la cabecera del valle de Zermatt o Mattertal hasta alcanzar la población de Randa donde empezaremos el ascenso por un camino perfectamente diseñado hasta alcanzar el famoso puente de Charles Kuonen (el puente colgante peatonal más largo del mundo), que forma parte del Europaweg (sendero europeo) un camino alpino que serpentea entre los valles de Saaser y Matter ofreciendo una espectacular panorámica sobre los Alpes suizos.
Hay que prepararse para una etapa variada, recorriendo el segundo tramo del Europaweg. Un terreno a veces sin camino, pero con balizado correcto, entre piedras y moles de todos los tamaños, donde los suizos han encontrado ingeniosas soluciones para mantener viable el sendero; túneles, puentes.
Esta es una etapa por zonas más bien de alpages (vocablo francés que designa los pastos de altura y que deriva de su sinónimo germánico alp, de donde también toman su nombre los Alpes) Pasando el Augstbordpass (2.895 m) daremos el definitivo adiós al valle de Mattertal para adentrarnos en el solitario y pastoril valle de Turtmanntal. Ningún punto del recorrido se parecerá tanto a nuestra idílica imagen de Suiza como este encantador valle.
De la Suiza de habla alemana a la francófona, del solitario valle de Turtmanntal al más animado, pero no menos bello, de Anniviers. Y entre ambos, por supuesto, un collado: el Meidpass (2.790 m) algo menos alto del de ayer, pero poco.
La longitud de esta etapa es probablemente excesiva para un trekking de ocho días en el que hay que reservar siempre fuerzas. Pero no alarmarse. La última parte, en la que hay que caminar entre algunos pueblos del valle de Arolla, puede hacerse en autobús y es bastante lógico hacerlo así, pues el Tour coincide con la carretera. Por otra parte, un teleférico muy antiguo y con un encanto familiar, nos puede quitar 760 m de desnivel en la primera subida, entre Zinal y Sorebois (final del remonte a 2.440 m).
¡Llega el primer glaciar! El Alto Glaciar de Arolla nos espera y será el momento de utilizar los crampones que llevamos paseando ya unos días. Se trata de un glaciar bastante tumbado y tranquilo y que cuenta con balizas que facilitan la orientación. Para atravesarlo sólo son necesarios los crampones y uno o dos bastones de trekking. Aparte de la sensación que produce siempre un glaciar, el marco es realmente imponente
Hoy acometemos una etapa larga, aunque esto ya no es novedad, pero con algunas dificultades por la escabrosidad del terreno. La subida al Collado de Valcornera, con sus 3.060 m, entre piedras y deficiente balizado, y la bajada por terreno algo resbaladizo hacen de este paso uno de los puntos más delicados del Tour. Nada técnicamente delicado, pero sí algunos pasos que requieren precaución. Llegados al refugio Vuillermoz, nos quedará muy poco para poder contemplar la deseada vertiente sur del Cervino. Momento mágico y dificil de olvidar.
Lo más llamativo de la última etapa, es el paso por el segundo glaciar, más fácil que el de Arolla y desde donde podremos admirar la cara este del Cervino. Una vez superado el Theodulpass (3.315 m) ya oleremos la gloria de finalizar este maravilloso trekking que transcurre entre Suiza e Italia entorno a la cumbre más fotogénica de los Alpes, el Cervino.