Larra Belagua y La Pierre

Esquí de Fondo en el Valle de Roncal.

El valle del Roncal es el más oriental de los valles del Pirineo Navarro, y es para muchos el más hermoso.
La parte más alta del valle está coronada por el pico Anie, que se considera sagrado en Navarra y el País Vasco, mientras que su cota más baja la encontramos aguas abajo del río Esca, que vertebra todo el valle, en la foz de Salvatierra o Burgui. En medio encontraremos pueblos de montaña, queso artesano, magníficos bosques caducifolios y el sorprendente karst de Larra.

Larra - Belagua (Navarra)

Tras unos años en los que la estación pasó a denominarse Roncalia, los antiguos dominios esquiables de Larra – Belagua, centro y base del esquí de fondo navarro, han vuelto a su denominación original. Con un flamante centro de recepción inaugurado hace pocos años, cuenta con dos zonas de esquí separadas por unos cuatro km de carretera: Ferial, con 10 km de pistas a una cota de 1.600 m, y Contienda, algo más elevada y con 5 km de pistas con algo más de dificultad. Y sin olvidar la Mata de Haya, la de menor altitud y situada bajo un precioso hayedo, una delicia cuando la nieve es muy abundante y la carretera a Francia está cortada.
Otra opción para períodos de grandes nevadas que impiden el acceso al resto, es la pequña estación de Abodi - Irati, en el vecino valle de Salazar.

La Pierre Saint Martin (Francia)

El punto débil de Larra - Belagua es sin duda su escasa altitud y orientación meridional, que provoca que no siempre se encuentre con buenas condiciones de nieve. Pero afortunadamente, unos kilómetros más arriba y nada más cruzar la frontera disponemos de la estación francesa de la Pierre Saint Martin, con orientación norte y 25 km de pistas trazadas entre preciosos bosques de hayas. Una opción segura para nuestro viaje.

Isaba.

Al norte del Valle pirenaico del Roncal, bañada por las aguas del río Esca y rodeada de agrestes montañas, se asienta la noble localidad de Isaba, donde nos alojaremos.
Sus calles estrechas y empedradas en torno a las que se alzan armoniosas casas señoriales de piedra y madera, con empinados tejados a dos o cuatro aguas que evitan que la nieve se deposite en ellos, son junto a la majestuosa  iglesia-fortaleza de San Cipriano del siglo XVI, su seña de identidad.

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