Podría decirse que Mallorca tiene dos caras bien diferentes, la del turismo estival de sol y playa un tanto masificado, y otra menos conocida, la Sierra de la Tramontana, un paraiso montañoso situado al norte de la isla. Las cumbres de esta formación caliza, que es prolongación de la Cordillera Bética, alcanzan los 1.400 m y forman una sierra vigorosa y seria que sorprende al senderista y al montañero peninsular (no tanto a los centroeuropeos, que descubrieron hace tiempo esta maravilla).
Una bien conservada red de caminos tradicionales, empedrados y flanquedos en piedra seca con el buen oficio de los margers, unen pueblos entre sí atravesando bosques de encinas y alcornoques, cuyo brumoso aspecto invernal les confiere cierto misterio. Otras veces se adentran en los barrancos más inaccesibles o se asoman a empresionantes acantilados sobre el mar, como los caminos que ordenó construir el archiduque Luís Salvador de Austria (l'Arxiduc) sobre la costa de Valldemossa y Sa Foradada.
Caminar por la Tramontana es caminar por un continuo contraste paisajístico. Naranjos y olivos centenarios, pueblos encantadores como Deiá, Valdemossa o Fornalutx, y calas increíbles como las de Sa Calobra, Tuent, Cala Deià y otras remotas y escondidas que nos saldrán al paso.
El valle de Sóller está custodiado por una imponente barrera montañosa que lo separa del resto de la isla y crea un microclima apto para sus famosos huertos de naranjos y bancales de olivos que llegan hasta los preciosos pueblos de montaña de Fornalutx y Biniaraix.
El Puerto de Sóller y su hermosa bahía es la salida al mar del valle, zona donde se encuentran los hoteles, conectada por un antiguo tranvía todavía en funcionamiento.
Una vez aterrizados en Palma nos trasladaremos al hotel en el Puerto de Sóller. El trayecto de 35 km dura apenas 30 minutos gracias al túnel que cruza la Sierra de la Tramontana.
Tras instalarnos en el hotel dispondremos del resto del día para visitar el Puerto y el propio Sóller, que están conectados por un encantador tranvía clásico.
El viejo camino que une Sóller con Deià tiene su orígen en la dominación árabe y es uno de los mejores ejemplos de la técnica de la piedra en seco. El itinerario de ambos niveles combina los caminos del Rost y de Castelló con la senda costera de Llucalcari, que nos llevará a la preciosa Cala de Deià, donde nos daremos un baño antes de subir al pueblo de Deiá. La diferencia entre ambos niveles es que el A empezará en Sóller y el B en el propio Puerto, añadiendo unos kilómetros por el GR221.
El Barranco de Biniaraix es un cañón cárstico modelado por la acción del agua y limitado por Es Cornadors y la sierra de Son Torrella. Sus vertientes lucen pequeñas parcelas agrícolas con bancales destinados al cultivo del olivo, que a veces se alternan con algarrobos y almendros. Si el Barranco de Biniaraix es una de las maravillas naturales de Mallorca, el camino empedrado que lo recorre es un logro de la ingeniería humana integrada en la naturaleza.
Aunque no conste en los tracks de las rutas, una vez llegados a Biniaraix, nos podremos desviar opcionalmente para visitar el precioso pueblo de Fornalutx antes de terminar en Sóller, desde donde cada cual podrá regresar al Puerto en el tranvía (no incluido) cuando quiera.
Hoy nos aguardan dos rutas clásicas e imprescindibles de la Tramontana, ambas con el aliciente de regresar directamente en barco al Puerto de Sóller. El nivel A disfrutará de uno de los caminos costeros más bonitos, Sa Costera, finalizando en Cala Tuent. Mientras tanto el B descenderá el famoso Torrent de Pareix, una ruta mezcla de senderismo y barranquismo sencillo, solo practicable en verano cuando está seco, en el que debemos gestionar algunos pasos delicados que requerirán de nuestra habilidad.
Valldemossa es probablemente la población más afamada de la isla, y si a la imprescindible visita le añadimos dos estupendas rutas en su entorno, el resultado será una completa jornada, otra más, de las que estamos disfrutando en este viaje.
Las rutas empiezan ambas en Valldemossa y terminan en la Península de Sa Foradada, con su caracterísco orificio. El nivel B toma altos vuelos por el Camino del Archiduque antes de descender al mar, mientras que el A desciende directamente.
El imponente Puig de Massanella domina el Santuario de LLuc, un centro de peregrinaje erigido en el siglo XVII, para venerar a la Virgen negra conocida como “La Moreneta”, enclave religioso y espiritual que constituye el lugar sagrado más importante de Mallorca. Utilizando viejos caminos que subían a los pozos de nieve, que conservaban el preciado hielo acumulado en el invierno, completaremos dos recorridos casi circulares en torno a Lluc.
Reservamos el último día para caminar por el extremo en el que la Sierra de la Tramonta se sumerge en el mar, el Cap Formentor; una sinfonía de paisajes entre dos aguas y un precioso faro que pone fin a una cadena montañosa que se inicia, nada menos, en los sistemas béticos andaluces.
Por la tarde, antes de regresar, tendremos tiempo de visitar Pollensa, otro precioso pueblo empedrado primorosamente conservado.
Todo lo bueno se acaba. Con muchos kilómetros y vivencias en nuestras piernas, es el momento de decir adiós a esta maravillosa isla cuyo corazón montañoso apenas hemos empezado a conocer.
Tras el desayuno nos trasladaremos al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso.