El Lago de Nino (1.743 m) es sin duda el más renombrado y mítico de los lagos corsos. Los verdes praderíos donde pastan las vacas y caballos, junto a los meandros y pozzis (pequeñas pozas) formados por el río Tavignano, que nace precisamente aquí, lo diferencian totalmente del resto de lagos glaciares, normalmente protegidos por escarpadas pendientes rocosas.
El Lago de Nino ocupa un lugar abierto y acogedor, un balcón natural al que se llega partiendo de la Maison Forestière de Poppaghia (a 1.076 m, situada en la carretera que se dirige al Col de Vergio). Tras ascender por un soberbio pinar, tendremos que remontar las rampas rocosas que nos conducen hasta lo alto de un pequeño pero escarpado circo glaciar (Bocca â Stazzona), en cuya vertiente opuesta enseguida nos espera el lago. El regreso se hace por el mismo itinerario.
No es la más alta pero muchos piensan que es la montaña más bella de Córcega. El Monte d’Oro de alza solitario sobre los valles de Agnone y Manganello y su ascensión desde la estación de Vizzavona (900 m), es muy directa, por un cómodo sendero que no cesa de ascender ni un momento. Tras pasar las Bergeries de Pozzatelli (en ruinas) el sendero se adentra en una canal bastante empinada que puede tener nieve hasta bien entrado junio y que da paso al hombro o antecima, punto de unión con el sendero que viene del Valle de Agnone y que es la otra vía de ascenso. Desde el hombro, para llegar a la cima hay que poner las manos en varios pasos, siendo una pequeña y sencilla chimenea el paso clave.
No se puede abandonar Córcega sin conocer mejor este encantador lugar que es Bonifacio, tan diferente del resto de la isla. Efectivamente, sus blancos acantilados, sobre los que se asienta esta ciudad fortaleza, poco tienen que ver con la Córcega montañosa y granítica del interior. Realizaremos una pequeña ruta por la costa que finaliza en la propia ciudad.
Pasaremos por calas perdidas, como la Cala Sciumara, donde podremos bañarnos viendo frente a nosotros la vecina isla de Cerdeña, divisaremos el Capo Pertusato desde el Faro del mismo nombre, atravesaremos restos de fortificaciones y baterías costeras de la Segunda Guerra Mundial y caminaremos al borde de los espectaculares e inmaculados acantilados calizos, de camino a la bonita e histórica ciudad fortificada de Bonifacio, cuyas callejuelas y balcones hacia el azul del mar son de visita obligada.
Tranquila ruta que partiendo del animado pueblo de Saint Florent nos llevará por la salvaje costa del desierto de Agriates hasta la playa del río Santo, caminando por un sendero entre el mar y el oloroso maquis. Regreso por el mismo itinerario.