La garganta del río Kelaa es una de los más espectaculares y afamadas del Rif, gracias sobre todo a su espectacular cascada de más de 30 m. Pero además de eso, la Garganta del Kelaa es un paraíso botánico, con cientos de especies olorosas que llegan a veces a dificultar el paso por el estrecho y poco transitado sendero que lleva Taourarte, preciosa aldea que corona la Garganta. Sin duda, uno de los mejores escenarios de este viaje.
La etapa de hoy comienza remontando el curso alto del Kelaa, que por encima de Taourarte ya no forma la angosta y húmeda garganta que tiene a sus pies, sino que el paisaje se abre y forma fértiles vegas donde se cultiva el Kif, alternado con bosques de carrascas en las laderas soleadas.
Un suave y agradable ascenso nos llevará a la aldea de Abou Bnar y su morabito, donde se encuentra enterrado un santón local, y poco más tarde nos toparemos con la imponente presencia del Jebel Lakra (2.160 m) que nos marca la dirección a seguir.
Tras dejar atrás la remota aldea de Beni Hamed nos vamos adentrando en paisaje de alta montaña, caracterizado por los grandes pinsapos, hasta alcanzar la base de la vertiente norte del Jebel Lakra.
Remontando por su vertiente oriental llegaremos al collado y dejando a la derecha el minarete afrontaremos las suves pendientes de la montaña calva, que es el significado de Lakra. Tras regresar al collado iniciaremos el descenso hacia el gite Talassemtane por un precioso bosque de pinsapos sobre una enrevesada orografía kárstica.
Desde el albergue de Talassemtane nos dirigimos al pueblo de Tissouka para situarnos en la parte alta, lugar de donde parte el sendero que lleva al Jebel Lakra por el circuito Handani. Nosotros, sin embargo, al poco debemos desviarnos a la izquierda para dirigirnos hacia el collado que lleva al Col Tissouka, donde en lugar de descender hacia Afeska, empezamos a ascender la loma del Jebel Tissouka, siguiendo pequeñas trazas y campo a través. Con una fuerte pendiente muy mantenida llegaremos a la cima oriental y poco después a la Occidental. En esta zona de arista se mezclan los pinsapos más atrevidos con bloques de piedra, entre los que hay que buscar los pasos que permitan progresar, a veces con ayuda de las manos. No hay lugares realmente peligrosos si se busca bien. El descenso es muy directo, sin camino, perdiendo altura rápidamente entre el bosque, hasta que empiezan a parecer las primeras trazas de sendero que conducen a Chaouen. A estas horas, es probable que escuchemos el Mulah llamando a la oración de la tarde. O quizás de la noche.