En el extremo norte de la provincia de Palencia, tras las extensas llanuras cerealistas, se levanta el espectacular y casi desconocido macizo montañoso de Fuentes Carrionas. Sus picos y crestas, que llegan a sobrepasar los 2.500 metros de altitud, conforman un singular relieve a base de fantásticas agujas, valles profundos y altivos cantiles.
En la zona más oriental de la comarca de la Montaña Palentina, haciendo frontera con Cantabria, Peña Labra, con sus 2.029 m, es sin lugar a dudas un privilegiado mirador natural sobre los Picos de Europa y la Liébana. En esta montaña se da uno de los casos más singulares de la hidrografía peninsular, ya que en sus laderas nacen tres ríos que después desembocarán en los diferentes mares de la península Ibérica. Y, por fin, el Curavacas (2.524 m), llamativa montaña que desde lejos ya destaca por sus imponentes paredes de roca negra con tonos verdes, máxima altura de la Montaña Palentina, cuyo nombre procede del vocablo celtibérico gur-ibaika, que significa "pico de la vega".
Pocos elementos definen y condicionan tanto la fisonomía y la personalidad de la Montaña Palentina como el agua, sin lugar a dudas una de las mayores riquezas de este territorio, cuna de dos de los ríos más genuinamente castellanos, el Carrión y el Pisuerga, que fue reconocida al ser declarado como Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre.
Viaje hasta nuestro alojamiento en Cervera de Pisuerga (365 km) Antes de alojarnos caminaremos por el bello macizo de Peña Labra desde el Puerto de Piedrasluengas, paso natural entre Palencia y Cantabria.
Hoy nos espera la ascensión al Curavacas, sin lugar a dudas la más legendaria de las montañas del lugar y a ello ha contribuido sin duda su fenomenal estampa teñida de un peculiar color verdinegro que produce una impresión de hostilidad. Esta mole oscura de 2.520 metros de altura es considerada la protagonista principal de la historia del alpinismo palentino.
Antes de emprender el viaje de regreso realizaremos una ruta de media jornada por el valle de Tosande, que esconde en su interior una tejeda considerada como una reliquia de la era terciaria, una verdadera joya botánica.